miércoles, 9 de marzo de 2016
El Visitante
El visitante
Es triste no tener amigos cuando eres niño, mas que todo por ser muy retraído y vivir algo alejado de los demás. Esto era lo que pasaba con Juan, un chico de apenas 10 años, que pasaba demasiado tiempo solo en casa, ya que sus padres siempre estaban trabajando y no tenían con quien dejarlo. Esta situación lo había convertido en alguien deprimido y solitario, pero todo eso cambiaría a partir de la llegada de un niño misterioso.
Estando Juan solo en casa como de costumbre, se encontraba viendo televisión, cuando unos suaves golpes que parecían venir de la ventana de su habitación lo alertaron, su casa no era grande, así que su habitación estaba en planta baja, aquella ventana daba al patio, Juan muy lentamente se asomó, y para su sorpresa, allí estaba un chico mas o menos de su misma edad, parado en la ventana con una tenue sonrisa en su rostro, Juan simplemente se acercó a la ventana para hablar con este niño.
-Hola, ¿Quién eres?, nadie vive por aquí cerca.
-Es verdad, soy de muy lejos, pero quiero jugar contigo.
Aquel chico hablaba de forma muy peculiar, parecía arrastrar la lengua, como si le costara pronunciar palabra alguna, sin embargo no decía mucho mas y solo seguía mostrando aquella leve sonrisa, junto con unos ojos apagados, como si la vida no estuviera en él.
Juan estaba algo perplejo por lo sucedido, su visitante le dio espalda y se perdió en la oscuridad de la noche, ahora mas que nunca el pobre chico estaba asustado de estar solo en casa, algo no parecía estar bien. Juan se quedó dormido, pero no mucho tiempo después volvieron los golpes en la ventana, Juan se despertó con una respiración acelerada y transpirando mucho, el miedo invadía su corazón, y no era para menos, el chico visitante estaba nuevamente en la ventana que daba a su patio mirándolo fijamente con sus ojos apagados, como si de un pescado muerto se tratara.
Tal vez por miedo, tal vez por inocencia, pero Juan tuvo la extraña idea de decirle al niño que podía entrar a la casa, pensando quizás en su mente sin maldad alguna que dejándolo entrar dejaría de estar golpeando en su ventana, y quién sabe, a lo mejor tener por fin una amistad con quien compartir.
-Date la vuelta, ya abrí la puerta de al frente de la casa, puedes entrar por ella.
Su nuevo amigo no dijo nada, solo seguía mirándolo, pero apoyando sus manos en el vidrio, repentinamente, empezó a azotar su cara contra la ventana de forma violenta, tanto que sus rasgos se fueron desfigurando, en donde Juan casi ya no podía reconocer un rostro humano.
-¿Qué te pasa?¿Por qué te golpeas así?.
Juan lloraba muy asustado, pero su visitante no reaccionaba, no parecía sentir dolor por los golpes, finalmente la ventana se rompió y los vidrios quedaron incrustados en lo poco que quedaba de aquel infantil rostro, fue entonces cuando se detuvo para caer aparentemente al piso. Juan escuchó como algo se arrastraba, pensó que el chico mal herido era el causante de ese sonido; por fin reunió el valor para asomarse a la ventana rota y ver con una mejor perspectiva lo que acontecía afuera en el patio.
Lo que vio Juan fue solo la mitad del chico visitante que colgaba, como si fuera un trapo, una especie de cascarón vacío, ya que solo era el torso, de la cintura hacía abajo, había una horrible mujer de cabello negro que caminaba en 4 patas, el chico no era mas que una carnada, no era mas que una de las tantas victimas infantiles de esta bruja, Juan comprendió, porque sus ojos eran sin vida, como muertos, porque su aspecto extraño, porque no sentía dolor, aquel visitante, solo era una piel vacía cocida al cuerpo de un demonio, alguien que alguna vez fue un niño como él. Esta bruja al parecer se alimenta de la soledad de los chicos, para luego utilizarlos para atraer otros, y luego unirlos para siempre a ella, una información que ya no serviría de mucho.
Aquella cosa siguió arrastrándose para llegar a la puerta de al frente, la cual Juan ya había dejado abierta, el logró llegar a tiempo y cerrarla nuevamente, para regresar temblando y esconderse debajo de su cama, su pobre corazón quería salir de su pequeño pecho, olvidando que la puerta estaba cerrada, mas su ventana estaba rota.
El visitante se introdujo por la ventana, cayendo sobre la cama, el teléfono comenzó a sonar repetidamente, Juan sabía que eran sus padres, pero ya no podría contestar, su nuevo y único amigo, junto con aquella horrenda mujer, lo acompañaron abajo de la cama. Tal vez la próxima vez que alguien vea a Juan, sea tocando la ventana de algún otro solitario niño.
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