viernes, 13 de mayo de 2016

Gigantes y pequeños

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Gigantes y pequeños

El día se enciende como una pantalla gigante, tecnicolor de primera. Azules, blancos y otros colores más tímidos, parecen recién sacados de la paleta de un pintor optimista. Cuán diferente no resulta de ayer, una mañana en grises, de aquellos grises que no sirven para colorear la normalidad mediocre, sino para deprimir. Los pájaros se despiertan en tromba, todo el cielo para nosotros canturrean alegres. El jilguero repinta su franja roja, el petirrojo enrojece su pecho, incluso la abubilla sacude los marrones, un poco de calidez para compensar tanto azul. Todos se piden ser protagonistas de un día que no necesita de nada, ni siquiera de un número en el calendario para ser un hermoso día. Mientras unos y otros rivalizan por una corriente de aire, un ruido sacude el aire. A lo lejos, un avión se sube y baja inquieto perforando las nubes, un tiburón rígido y majestuoso. Los pájaros aterrados y se quedan quietos, sumidos en un silencio mezcla de envidia y miedo. El avión indiferente se adueña del cielo y pinta un rastro de líneas blancas que pretenden ser renglones, sobre las que el cielo debe escribir un verso. Pero el cielo se niega y los pájaros no se atreven, están absortos observando las acrobacias del gigante. Entre tanto subir y bajar una voz metálica autoriza al avión a aterrizar en el aeropuerto cercano. El gran depredador a merced de una voz metálica se ríe el jilguero mientras se repinta el rojo y el petirrojo sopesa si pintarse de azul. La abubilla mira el avión que se larga con las líneas detrás vacías, sin un verso. Quien lo iba a decir, pedir permiso para aterrizar se burlan los pájaros, ellos tan poca cosa y aterrizan y emprenden el vuelo siempre que quieren.

viernes, 6 de mayo de 2016

Que no dure

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Que no dure



Ante ella, la playa no se extiende como un espacio infinito e inabarcable, simplemente es un poco de arena que se estira o se contrae de acuerdo con el vaivén de las olas. Como la vida misma. Le gustan las olas porque no se quedan, se largan y dejan un vacío sonoro y húmedo. Efímero. Lo que dura cansa es su lema, lo leyó en un libro que no ha terminado porque la cansó. El nuevo teléfono tiene una melodía corta, un sonido suave que se difumina en lugar de acrecentar el tono. El otro sonaba y sonaba hasta llenarle la mente de ruido. Lo dejó en el bar para que algun idiota se sintiera un super ladron. Permitir que otro se crea superior es lo que te hace fuerte, importante porque sabes que el otro no es sino tu títere. Solo porque la liberó de un objeto le dedica un pensamiento, corto que no dure.
Golpea la botella de plástico que le sale al paso. Está llena de un aire rancio y cuando la lanza al mar se rebela y regresa junto a ella como un perro trayendo gotas de agua. La mira pero solo una vez, la botella no tiene intención de dejarla por mucho que ella le de puntapiés.
Llega hasta unas rocas mal colocadas, parecen dejadas por el mar un día de resaca, se amontonan e impiden el paso. La arena es otra cosa, se adapta dócil bajo cualquier presión. Las rocas tienen entre sus grietas unas briznas de hierba que se conforman con pedir al cielo, que el agua que le envíe no tenga sal. Se sienta a observar el mar, el sol, la playa, la arena, las olas, las gaviotas y unas conchas con una agujero en el centro por donde se ha escapado el molusco que a estas horas estará lejos, en otra playa. Lanza la botella que vuelve sumisa sin apenas notar sus ganas de deshacerse de ella. Se levanta y cerca de la orilla, se apoya en la arena. Quiere dejar impresas sus manos, intenta que los dedos sean precisos, cinco aquí, cinco allá. Los borra descontenta y los vuelve a trazar, los repasa con una tozudería casi infantil. Y así hasta que se cansa y mira el mar que permanece joven mientras el mundo envejece. Vuelve a la tarea. Por fin queda satisfecha y se levanta. Las manos son pequeñas y por algún misterio las olas las evitan, se acercan hasta lamer la yema del dedo anular y se retiran rápidamente. Cansada da una última ojeada y se despide con sus manos de las manos que dejó en la arena. Lanza la botella al agua y se larga antes de que le siga, no quiere tenerla más a su cargo. Rehace el camino, ahora un poco más viejo. De lejos ve las manos que dejó impresas en la arena y sin que las olas lo sepan huyeron, cada dedo eligió su gota sobre la que cabalgar hacia ninguna parte. Sonríe, duraron tan poco que no ha tenido tiempo de cansarse de ellas. La botella, en cambio ahí está, moviéndose al vaivén de las olas pero sin ir a ninguna parte. Maldice el plástico y su duración, lo único que no consigue que sea una huella que el tiempo borre.


jueves, 5 de mayo de 2016

En boca cerrada

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En boca cerrada

A Pierrot le gustaba sentarse en la puerta de su casa y parlotear durante horas con los vecinos......En realidad siempre había sido bastante chismoso, pero como comprenderán ahora que estaba viejo y solo, lo era aún más...Así fue, como esa mañana, puso su silla en el sardinel y se dispuso a conversar con cuanta persona pasara por allí. Y la verdad es que era una hora bastante propicia para tales menesteres, ya que a esa hora, muchas mujeres pasaban aburridas rumbo al mercado y una buena charla les caía a pelo...Así fue que conversando se le pasaron las horas a nuestro buen amigo, pero también la lengua, porque empezó a hablar de su hija Rosita, que vivía en el pueblo vecino y que había heredado todo el dinero de su difunto hermano....Sí pues, su hermano, un hombre muy trabajador y dedicado, le había dejado todo su dinero ...Que por cierto no era poco -Y a mí ni un centavo me dejó el muy maldito - concluyó Pierrot acalorado...Lo que no contó Pierrot era que su hija lo había cuidado durante años con devoción y cariño mientras él apenas si lo visitaba en algunas festividades y solo por compromiso... No lejos de allí dos ladrones, bien instalados entre los arbustos, lo escuchaban atentamente.
Y esa misma noche, mientras Pierrot dormía plácidamente en su cama; los ladrones se aparecieron en su cuarto y lo obligaron a vestirse y acompañarles...-Ahora vienes con nosotros viejo chismoso - le dijeron y lo llevaron a rastras con ellos a través del bosque hasta el pueblo vecino. .
Ya amanecía cuando llegaron a su destino y tomaron una habitación en una fonda de mala muerte, refugio de parias y delincuentes…. Ya instalados en su habitación, los ladrones se enfrascaron en una acalorada discusión sobre cómo llevar a cabo sus planes, hasta que finalmente decidieron cortarle un dedo al anciano y llevárselo a su hija, para que les pagara un rescate por el viejo…Luego de cortarle el dedo al pobre Pierrot lo envolvieron en una tela basta y se dirigieron a la residencia de la susodicha hija...En la puerta un empleado les recibió el paquete y los invitó a esperar la respuesta... Luego de un rato interminable de espera el empleado regresó con la noticia de que la señorita no les creía nada; que eran unos farsantes y mentirosos y que mejor se largaran antes que viniera la policía... Furiosos los ladrones regresaron a la fonda y se pusieron a discutir sobre la nueva táctica a seguir; para sacarle plata a la hija, mientras Pierrot yacía en un rincón todo adolorido y maltrecho… Por fin los ladrones decidieron ser más drásticos y cortarle una mano…Y así fue que con la mano ensangrentada y metida en una bolsa de yute, se pusieron de nuevo en camino hacia la casa de la hija…Pero esta vez recibieron la misma respuesta – Puede ser la mano de cualquiera- Así que vayan con su cuento a otro lado- y diciendo esto el empleado les soltó a los perros que les dieron un buen susto…
Pasaron varios días y una tarde le llegó a la hija un nuevo paquete, pero esta vez contenía la cabeza de su padre…Ante tal espectáculo la mujer enmudeció y nunca, hasta el día de hoy volvió a recuperar el habla…
Y bien amigos, para concluir les digo que si Pierrot no hubiera hablado tanto, nada de esto hubiera pasado....Ya bien dice el dicho: en boca cerrada no entran moscas…