viernes, 6 de mayo de 2016

Que no dure

No hay comentarios. :

Que no dure



Ante ella, la playa no se extiende como un espacio infinito e inabarcable, simplemente es un poco de arena que se estira o se contrae de acuerdo con el vaivén de las olas. Como la vida misma. Le gustan las olas porque no se quedan, se largan y dejan un vacío sonoro y húmedo. Efímero. Lo que dura cansa es su lema, lo leyó en un libro que no ha terminado porque la cansó. El nuevo teléfono tiene una melodía corta, un sonido suave que se difumina en lugar de acrecentar el tono. El otro sonaba y sonaba hasta llenarle la mente de ruido. Lo dejó en el bar para que algun idiota se sintiera un super ladron. Permitir que otro se crea superior es lo que te hace fuerte, importante porque sabes que el otro no es sino tu títere. Solo porque la liberó de un objeto le dedica un pensamiento, corto que no dure.
Golpea la botella de plástico que le sale al paso. Está llena de un aire rancio y cuando la lanza al mar se rebela y regresa junto a ella como un perro trayendo gotas de agua. La mira pero solo una vez, la botella no tiene intención de dejarla por mucho que ella le de puntapiés.
Llega hasta unas rocas mal colocadas, parecen dejadas por el mar un día de resaca, se amontonan e impiden el paso. La arena es otra cosa, se adapta dócil bajo cualquier presión. Las rocas tienen entre sus grietas unas briznas de hierba que se conforman con pedir al cielo, que el agua que le envíe no tenga sal. Se sienta a observar el mar, el sol, la playa, la arena, las olas, las gaviotas y unas conchas con una agujero en el centro por donde se ha escapado el molusco que a estas horas estará lejos, en otra playa. Lanza la botella que vuelve sumisa sin apenas notar sus ganas de deshacerse de ella. Se levanta y cerca de la orilla, se apoya en la arena. Quiere dejar impresas sus manos, intenta que los dedos sean precisos, cinco aquí, cinco allá. Los borra descontenta y los vuelve a trazar, los repasa con una tozudería casi infantil. Y así hasta que se cansa y mira el mar que permanece joven mientras el mundo envejece. Vuelve a la tarea. Por fin queda satisfecha y se levanta. Las manos son pequeñas y por algún misterio las olas las evitan, se acercan hasta lamer la yema del dedo anular y se retiran rápidamente. Cansada da una última ojeada y se despide con sus manos de las manos que dejó en la arena. Lanza la botella al agua y se larga antes de que le siga, no quiere tenerla más a su cargo. Rehace el camino, ahora un poco más viejo. De lejos ve las manos que dejó impresas en la arena y sin que las olas lo sepan huyeron, cada dedo eligió su gota sobre la que cabalgar hacia ninguna parte. Sonríe, duraron tan poco que no ha tenido tiempo de cansarse de ellas. La botella, en cambio ahí está, moviéndose al vaivén de las olas pero sin ir a ninguna parte. Maldice el plástico y su duración, lo único que no consigue que sea una huella que el tiempo borre.


No hay comentarios. :

Publicar un comentario